¿Quién eres? -Miku-

Durante unos días no volví al Instituto, estuve fuera, con muchos problemas en mi mente, sin nada a lo que poder agarrarme. Desesperación, angustia, miedo... todos aquellos sentimientos rondaban aún por mi mente. Odiaba esas salidas inesperadas, esos avisos y cambios de última hora, nada bueno.

Dejando esto a un lado, tras varias días fuera, regresé de nuevo al Olympus. ¿Durante cuánto tiempo? Seguramente no tardarían mucho en volver a avisarme de un nuevo incidente.

Lo primero que hice, fue volver al templo, ese sitio del que tenía un recuerdo específico: Miku. No sabía muy bien por qué, pero desde aquel encuentro, este lugar me gustaba incluso más que antes. Quizás, algunos lo llamen idiotez, otros paranoia... yo simplemente le llamo misterio.

No había nadie, todo en calma, algo realmente curioso, ¿cuándo había estado todo esto tan silencioso? y además... oscuro. Al parecer mi ausencia se había notado, no había luz en el lugar, ni por los alrededores.

Ahora mismo no podía hacer nada, me encontraba exhausto, tenía ganas de relajarme y descansar.
Se me ocurrió, que, posiblemente para pasar el rato largo y sólo, podía sacar a mi más fiel amigo, mi compañero de viaje en todas mis aventuras y desgracias, mi querido violín.

Sin pensármelo dos veces lo saqué del estuche, y comencé a tocar una melancólica melodía. Bonita y triste.

La música seguía saliendo de mi apreciado violín, por algún motivo no podía parar, era algo que salía desde lo más profundo de mi ser. De pronto, una voz se oye a lo lejos, es como si esa canción y aquella voz hiciera mella en mí, me sentía distinto, añoraba algo, algo que ni yo mismo sabía que era.

La voz era preciosa, una voz de mujer, muy cálida y dulce. Aquello me llenaba de confianza, y sin poder parar de tocar comencé a meterme en mis pensamientos.

Aquella voz me recordaba mucho a alguna conocida, aunque posiblemente, no muy oida a lo largo de mi vida, puesto que no sabía reconocer a la persona que dejaba escapar aquella maravillosa voz.

Mi curiosidad crecía cada vez más dentro de mí. Necesitaba buscar aquella voz y poder tocar a aquella persona. Sin saber muy bien por qué, se había convertido en una especie de droga, de la cual, yo era muy adicto. ¡Necesitaba saber quien era aquella persona que cantaba acompañando a mi violín!

La melodía que sonaba y su voz, iban completamente al unisono, como si aquella canción, que era una de mis favoritas, fuera también muy conocida para la persona del otro lado...

-Necesito saber quien eres... voz de mi anhelo-dije en un tono muy bajito, únicamente para dejar escapar mis pensamientos.

Sin más demora, intenté acercarme a la voz. Tarea difícil, ya que con todo el templo sin luz, podría tropezar fácilmente y dejar de tocar, lo que posiblemente traería consigo, un silencio, la voz callada y todo habría desaparecido.

Seguía avanzando, cada vez más perdido por aquellas tinieblas que rodeaban mi cuerpo, y poco a poco mi mente. ¿Qué se suponía que estaba buscando? ¿Por qué buscaba a esa persona con tanto ansia? Eso no es lo que haría el director de un Instituto, y menos si hablamos de uno como el Olympus, el cual necesita un referente maduro y responsable.

Desde siempre había estado solo, no había podido confiar nunca en nadie, todos aquellos que me rodeaban simplemente querían aprovecharse de mi poder. Nunca tuve amigos o compañeras sentimentales... era como un ser humano apartado.

Jamás había hablado con alguien que no me tuviera miedo, pero hace a malas penas unos días... aquella chica hizo algo que nadie más había hecho. Había entrado en mi corazón, aunque por desgracia, ese amor nunca llegaría a corresponderse o mejor dicho, a realizarse. Debo mantenerme firme ante estos arrebatos de nervios y sentimientos. No puedo dejarme llevar por un impulso, mis actos no pueden quedar impunes o ser inútiles.

Sin saber muy bien por qué, me detuve, algo no iba bien. Quizás sería porque aquella voz ya no sonaba en este viejo templo, la chica que acompañaba vocalmente a mi violín, había parado de cantar.

Por un momento, noté como mi corazón se estremecía, era como si algo dentro de mí se hubiera roto, como si deseara algo y no pudiera alcanzarlo... Un sentimiento parecido a cuando alguien te quita un caramelo, siendo un crío.

Sin nada que poder hacer, dejé caer un pequeño suspiro. De repente, volví a oir algo. Esta vez eran pasos, y cada vez más cercanos. Cuando aquellos pasos cesaron, caminé yo hacia adelante, encontrándome así con lo esperado. Aquella chica.

¿Qué se supone que iba a hacer ahora? No podía perder las formas por una simple canción, ni siquiera estaba seguro de que aquella chica fuera la que yo esperaba que fuese. Quizás mi instinto y mi corazón me estuvieran engañando. Por mucho que lo pensara, en el fondo yo quería con toda mi alma, que no fuera así.

Sin más preámbulos, dejé soltar una pequeña voz proveniente de mi yo más profundo.

-Por favor, no pares de cantar... Escucharte es una de las pocas cosas que ha alegrado mi vida en los últimos años...-comenté, aún sin saber muy bien el por qué de mis palabras.

Después de decirle aquello, parece que la chica contestó de una manera un tanto extraña para mí. Volvió a cantar, y esta vez, intuía que era únicamente para mí, o eso es lo que realmente quería pensar.

Tras unos minutos, esa dulce voz paró, dejando así un largo y escalofriante silencio. No quería dejarlo así, pero mi cuerpo se había paralizado, era una sensación muy especial, como si... como si no fuera yo mismo.

Poco después, me recompuse, y empecé a aplaudir suavemente, de un modo en el que, únicamente ella lo oyera. Después de aquello, me acerqué a ella y le susurre una pequeña frase al oído.

-Al final parece que tu nombre si pega contigo, ¿verdad, pequeña Voz del futuro?-dije dejando soltar un pequeño alivio y una sonrisa juguetona.

Después volví hacia atrás, esperaba no haberme equivocado, pero estaba a un 99'9% seguro de que aquella chica era Miku, aquella chica que me hizo sentir cosas en nuestro primer y único encuentro, hace unos días en este mismo templo.

Estaba tan contento, tan lleno de vida... ver a Miku era como algo totalmente agradable para mí, tanto, que empezaba a tener miedo de aquellos sentimientos. Sabía que ella nunca sería para mí, que esto que estaba haciendo estaba mal, que aunque nos lleváramos 4 años de edad... yo era su director... y ella una de mis alumnas.

Era curioso, pero aun con nuestra corta diferencia de edad, yo era mucho más maduro, y experto en problemas de la vida. Nadie que me conociera diría que solo tengo dos décadas de edad.

Un silencio se había provocado, estaba tan confuso... ¿qué se supone que haría ahora? ya sabía que era Miku, pero claro... no pensé ciertamente en lo que vendría después, ni siquiera tenía certeza de que ella sintiera algo por mí.

Por otro lado, ella nisiquiera sabía que era el director del centro, no se lo había dicho, le estaba ocultando esa información, y me sabía realmente mal, pero quizás, si se lo hubiera dicho desde un principio, no hubieramos podido hablar de ningún modo.

Y dejando esto de lado, tenía que sacar un tema de conversación pronto, o de lo contrario cada uno se iría por su lado y dejaríamos de nuevo un gran silencio, aparte de un vacío en mi corazón, que aparecía sin saber muy bien el por qué.

-Sí, se ve que no se han ocupado de pagar el recibo de la luz-solté de golpe, como un gran mal chiste.

Por Dios, ¿a qué había venido eso? Estaba tan nervioso... era como si saliera mi lado más infantil, algo estúpido pero a la vez inebitable para mí. Sin poder evitarlo, empecé a sonrojarme. Menos mal que todo estaba oscuro. Tras dejar soltar una pequeña carcajada después de haber dicho semejante tontería. Ahora pensaría que era uno de estos chicos idiotas que sueltan cualquier estupidez que les viene a la cabeza porque en realidad sólo están pensando en cosas un tanto obscenas, y ese no era ni mucho menos el caso.

No me lo podía creer, se estaba riendo, y al parecer era una de estas risas tontas que te dan cuando te cuentan un chiste y ¡realmente te hace gracia!

Cada vez me ponía mas nervioso, no sabía como continuar este embarazoso encuentro. Creo que ahí depie no hacíamos nada, pero tampoco veía otra cosa que hacer. Ahora que pensaba en eso... ¿dónde estaba la salida? Estaba todo tan oscuro que no se veía nada, aparte, creía que esta noche había niebla, por lo que la luna a malas penas se veía.

Ahora había hablado, ¿agusto conmigo? ¡por qué mi corazón se ponía tan nervioso! mi respiración se aceleró y no sabía muy bien que hacer.

-Yo también me siento muy agusto hablando contigo, pero no creo que podamos vernos mucho más, y no es porque no quiera, pero creo que tú y yo no podemos tener una relación de amistad-dije antes de seguir haciéndome más daño a mí mismo y no sabía si también afectaba a ella.

Quizás fuera yo un iluso, y quizás mis sentimientos no tenían nada que ver con los suyos, pero aún así, dejar las cosas claras, para mí era una de las opciones más beneficiosas en un futuro.

Sin poder pronunciar nada más, de pronto Miku me coge la mano. En ese momento me puse a temblar, ¿cómo podía ser posible que alguien me causara ese efecto? Yo nunca había sentido nunca nada parecido a esto, era el momento más feliz y el más triste de mi vida. Y pensar que había vivido momentos horribles, por culpa de mi magia y de mi familia.

-Lo siento, pero no es algo que dependa de tí y de mí, ¿acaso no ves que soy mayor que tú? No soy un alumno precisamente...-dije intentando contener la compostura, sin lograrlo muy bien.

Rápidamente ella me soltó la mano, no sabía si alegrarme o entristecerme, el calor de sus manos era tan intenso... me daba una fuerza...
En ese momento sentía el gran impulso de abrazarla, de tenerla ente mis brazos y no soltarla jamás, sabía que era una estupidez que no iba a hacer, pero... las ganas seguían ahí. También quería decirle que, pese a ser mayor que ella y ser su director tenía ganas de estar a su lado y considerarla una gran amiga.

Después de eso, ella habló, ¿una pesada? no podría pensar eso de ella, es más, aquí el único idiota era yo.

-No creo que seas una pesada, es mi culpa, realmente he tenido problemas similares a estos por culpa de...-ni pude, ni quise completar aquella frase, era demasiada información para una chica a la que acababa de conocer.

Tras aquello estaba destrozado, ¡quién se creería que todo eso había pasado en dos veces! Creo... creo que estaba enamorado, supongo que es eso que se llama amor a primera vista.

No podía separarme de ella, no ahora... Ella había cogido mi mano una vez más, ya casi no podía contener mis emociones. Rápidamente sin pensarlo más la cogí de la cintura y la empujé suavemente hacia mí. La rodeé con mis brazos fuertemente, quería que supiese en parte, lo que sentía por ella. Quería demostrarle que aquellos sentimientos que en dos días se habían formado, eran más fuerte que cualquier magia y cualquier ser en este mundo. Los sentimientos más nobles que un hombre puede sentir por una mujer... amor.

-Por favor, no digas nada... tengo que decirte algo muy importante. Tú y yo no podemos estar juntos... si estás conmigo sólo te harán daño y aparte, yo soy el director de este centro. No soy un profesor cualquiera, compréndelo-dije con un tono muy triste e intentando transmitir esos sentimientos que ahora poseía.

¿Problemas? eran mucho más que eso, cuando eres descenciente de un Dios, todo puede pasarte, y es tu destino, es como una marca. Anteriormente lo había pasado mal, y volvería a pasar, de eso no me quedaba ninguna duda.

-Verás, si soy director tan joven es porque mi padre es Poseidón, y si te has sentido atraida por mí es simplemente por la belleza de los Dioses, realmente nadie se interesaría por mí-comenté cabizbajo mientras seguía abrazándola, cada vez más fuerte.

No quería que se fuera de mi lado, pero tarde o temprano toda la luz volvería al templo y aquella fantasía, quedaría envuelta en el recuerdo...

Por un instante lo sentí. Sentí como mi corazón se paraba tras aquellas palabras pronunciadas con la dulce voz de Miku. Primero pensé que se trataba de un sueño, uno de estos que vives tan feliz, como si fueran reales, y que cuando suena el despertador, se esfuman sin dejar rastro.

Sentí como el peso de mi cuerpo iba aumentando, como si no pudiera respirar. Quizás sería del shock probocado por esas palabras. Después de aquello, no podría sentirme como antes. Ahora mi mente se llenaba de un aura de felicidad y los malos recuerdos quedaban ocultos en las tinieblas.

Tras aquello, me separé un instante de Miku. Di dos pasos hacia atrás, y cogí un poco de aire disimuladamente. Estaba exhausto, seguía sin creermelo, ella seguía hablando, y a cada palabra que pronunciaba sentía mas deseos de besarla.

Aunque fuerte fuera mi deseo, sabía que estaba mal, pero en ese momento me sentía como un niño pequeño y me había encaprichado con un beso de sus labios. Dejando eso de lado, también existía otro problema, ¿por dónde pararían sus labios? Estaba todo tan sumamente oscuro...

No quería dejar pasar más tiempo, ahora que estaba seguro de sus sentimientos es cuando tocaba actuar. Seguramente me arrepentiré después, por las consecuencias que esto traiga, pero nadie podría negarme un beso de sus labios si así lo deseaba, porque al fin y al cabo, eramos un hombre y una mujer como otros.

Quise probar suerte, asique levanté mi mano y empecé a acariciarle suavemente la cara. Tras ello, llevé uno de mis dedos a sus labios y le indiqué que dejara guardar este plácido silencio.

Poco a poco iba acercándome más a ella, tanto, que podía oir su respiración acelerada, como si supiera que era lo que iba a pasar y el paso que estaba dispuesto a dar. Llevé mi mano hasta su barbilla y poco a poco la inclinaba, haciendo que mirase hacia arriba.

La niebla empezaba a disiparse y se podían ver unos pocos rayos de luz de Luna entrando por las ventanas del templo. No eran gran cosa, pero podía ver el precioso color de los ojos de Miku reflejados en la noche.

Continuaba acercándome, y sin pensarlo, la besé apasionadamente. Era mi primer beso, pero si Miku era la otra persona, sabía que había acertado completamente. ¿Quién más que ella para compartir mi primer beso? supongo que es un poco triste decir que a los veinte años no se ha besado a nadie, supongo que era... porque no conocía a ella.

Me separé tras unos segundos de ella, dejando una agradable sensación en mi boca y mis labios, una sensación cálida que no podía ser descrita con palabras.

-Se que esto que acabo de hacer me traerá muchas consecuencias, pero cuando te enamoras de alguien, la locura se apodera de tí. Por amor siempre se hacen grandes locuras...-dije mientras recuperaba el aliento y la cogía de la mano, para después besarla con la punta de los labios.

La felicidad no es eterna, eso ya lo suponía. En ese momento hubiera preferido que todo se quedara tal cual, pero teniendo que volver a la realidad, sólo me quedaba algo por hacer. Estaba claro que nos queríamos, almenos yo la quería con todo mi corazón, pero... sabía que aun así, esto no se podía hacer, y que había faltado a mi palabra, me había saltado las normas y todo por ella.

Si se tratara de un sueño sería todo mucho más sencillo, ambos seríamos felices en ese mundo imaginario, pero la realidad era otra, y en ese momento el agobio empezó a ahogarme. También sabía que si no hacía algo, ella podría estar en peligro, además ella no sabe el tipo de persona que soy o lo que hago lejos de aquí.

Sin pensarmelo mucho, la abracé y le pedí que cerrara los ojos.

-¿Confías en mi?-pregunté mientras apoyaba mi cabeza sobre la suya y la rodeaba con mis brazos.

Acto seguido, empecé a concentrarme, sabía lo que tenía que hacer y cual era mi deber. Tras aquello, toqué a Miku en la nuca, con la yema de mi dedo. Lo cual, la dejó inconsciente. Cuando despertara... no recordaría nada de este encuentro, y posiblemente tampoco el primero que tuvimos en el templo. Esperaba no haberme pasado o viceversa, pero era lo mejor, así ella podría continuar con su vida como hasta ahora, y yo... yo sólo podría resignarme.

Decidí marcharme antes de que despertara, sería lo mejor. Las luces ya estaban volviendo al Instituto, por lo que sin más, la dejé suavemente en el suelo, le di un beso en la frente y me marché de aquel lugar. No tardaría en despertar, y cuando lo hiciera, todo sería como antes.