Que olor tan familiar... [Johann]

Llevaba escasos días en aquel instituto y el ambiente no me acababa de gustar, había profesores demasiado estrictos y alumnos muy prepotentes debido a la diferencia de habilidades que poseía cada uno.
A parte existía cierta rivalidad entre alumnos de magia blanca y magia negra, aquello me hacía sentir incómoda, pero aún así no perdía mi optimismo y alegría de siempre.

Cuando terminaron mis clases, me dirigí a los jardines para despejarme un poco la cabeza, tenía bastante que estudiar pero quería encontrar un poquito de paz, por eso elegí aquel lugar.

Caminé por los pequeños caminos que tenía el jardín observando las flores hasta que noté un olor tremendamente familiar.
Procedía de un pequeño campo de tulipanes, cuyo olor me recordaba melancólicamente a mi infancia.
Tomé algunos y los olí, viniéndome momentos pasados a la cabeza, los cuales no recordaba con claridad.
Me senté en un banco, aun con aquellas flores en mi mano.

Finalmetne terminaron las clases. Era todo un regalo divino para Johann, el cual podía sentarse al aire libre y así ejar de oír aunque sea por cinco minutos los gritos de los fanfarrones alumnos de magia negra, especialmente los del 2º curso.

Su subcosncienet le llevó a una llanura que en el Centro era denominada como los jardines, el cual le gustaba por aquella fragancia floral que le recordaba enigmáticamente a su más tierna infancia...y entonces se encontró con Edith.

- Tú debes ser esa nueva alumna de magia blanca de 2º, ¿no? -dijo sin dejarse llevar en demasía por su sentimentalismo. No era normal en él expresarlos si podía controlarlo- encantado. Soy Johann, profesor de magia negra -esbozó una leve sonrisa.

Dejé los tulipanes que antes había cogido a un lado del banco en cuanto oí que alguien me dirigía la palabra.
Alcé la vista y vi que se trataba de un hombre alto de ojos verdes, pelo hacia arriba y una cicatriz en su frente. Tenía una bufanda alrededor de su cuello.
Se me presentó, sabía perfectamente que pertenecía al 2º ciclo y que era de magia blanca, eso me sorprendió y me puso nerviosa, le miré aún más desconfiada en cuanto me dijo que se trataba de un profesor de magia negra.

- E-encantada... Yo soy Edith, Edith Delvaux.

Hice una pausa, preguntándome para mí misma que quería aquella persona de mí.

Notó aquel miedo en los ojos de la chica y en su tono de voz. ¿Tal vez sería que generalizaba la abrupta rivalidad entre bandas de magia a los profesores? Tal vez sería muy sospechoso, pero al fin y al cabo...¿no han pensado casi todos eso?

- ...quizás debería irme -dijo dibutativo. Él recordaba a su hermana, notaba su confusión, pero si estaba tan insegura no podría conseguir mucho- aunque tal vez mis sospechas de que no me recuerdas sean ciertas, Edith...

Empezó a meditar sobre cómo eran las guerrillas en su época. Magos blancos infiltrándose en habitaciones de magos negros y viceversa, con la intención de herirlos anónimamente mientras dormían.Pero con el cambio de dirección la vigilancia hubo mejorado mucho y ya no ocurrían por suerte casos tan fuertes...aunque sí hubo oído de una maga blanca que entró en las cocinas de los negros. ¿Oyó tales rumores y fue ese el origen de sus temores?

Mi expresión cambió a confusión en cuanto comentó que no le recordaba.
Por más que examinaba sus rasgos no conseguía recordar haber visto a nadie con esa apariencia nunca, estaba casi completamente segura de que era la primera vez que veía a alguien así. Sin embargo me resultaba de alguna manera un hombre un tanto atractivo...
Me desperté de mis pensamientos y le miré con seriedad.

- ¿Debería recordarte...? No me suenas para nada...

Parecía un chico serio, de aquellos que se concentran en su trabajo.
Aún así no conseguía entender que quería aquel profesor de magia negra de una alumna de magia blanca como yo.

Definitivamente Cronos había dejado un zarpazo profundo en la memoria de Edith, pensó. Tendría que volver a recordarle varias cosas del pasado...o quizás sería más peligroso. Planteada estaba la cuestión.

- ...¿por qué deseo engañarla y ocultarle la verdad sobre su pasado? -empezó a pensar detenidamente- en una situación normal le confesaría la fraternidad, pero...ahora no. Esto parece una estúpida película americana de amor...

Estuvo a punto de sacar una foto antigua, mas la devolvió al bolsillo cautelosamente para evadir un resquicio de la memoria de la chica. ¿Crueldad, locura, un plan...? Ni siquiera él mismo sabría contestar, actuaba con un extraño instinto.

- Nos encontramos hace varios años -empezó a inventar- en la que parecía ser tu ciudad. Por eso te ví por aquí y pensé en saludarte.

Aquel chico se quedó pensativo unos instantes, quizás trataba de recordar el momento concreto en el que le conocí.
Comenzó a hablar y dijo que yo le había conocido de antes, algo así como un viejo amigo.

- Perdona... - me disculpé - Pero apenas recuerdo nada sobre mí, tengo un gran abismo en mi memoria hasta la muerte de mi padre.

Me quedé cabizbaja, recordando lo mucho que me afectó la muerte de mi padre, no conseguía recordar su rostro, no sabía si tenía una familia, no recordaba nada sobre mi madre... Solo aquel maldito orfanato y el momento en que mi padre exhaló su último suspiro.

Alcé la mirada hasta aquel hombre y traté de sonreír, sin dejar que aquello me afectase demasiado a mi manera de ser.

- Y dime... ¿Cuál es tu nombre?

Al parecer las sospechas que llevaba desde el principio eran ciertas, aquel shock traumático le había hecho estragos en la memoria a Edith. Era el momento ideal para poder tejer una red de mentiras en las que conseguiría como objetivo su corazón...le gustase o no el medio.

- Oh, no se preocupe -dijo en un tono más amable y cercano, sin ser puramente teatro- entiendo su situación. Perder a un ser querido debe ser algo muy duro... -sacó un pañuelo de seda y se lo ofreció mientras ella estaba cabizbaja.

Recordar la muerte de su padre no le afectó demasiado para su sorpresa, la presencia de Edith era algo que le llenaba en bastante medida para poder sobrellevar cualquier penuria que cargase. Aunque si algo le entristeció un poco pensar en lo que tuvo que soportar ella hasta llegar al Sanctum.

- ¿Mi nombre? -cuestionó al oirlo- me llamo Johann van Weill, encantado de volver a verla -hizo una reverencia como hacía la nobelza europea.

Le miré perpleja, no sabía por que pero aquel nombre me resultaba familiar, como si lo hubiese escuchado con anterioridad, aunque no lo recordaba con claridad.

- Creo haber oído con anterioridad ese nombre.... Pero no recuerdo donde, espero que me disculpe.

Me quedé pensativa, pero era inútil recordar algo que para mí, nunca había ocurrido. Lancé un suspiro al aire y me levanté de mi sitio cogiendo aquellos tulipanes de donde los había dejado.

- Si es cierto que le conozco, supongo que me alegro de volver a verle. -añadí sonriendo.

Apreté aquel ramo de tulipanes contra mi pecho con fuerza, no sabía exactamente por que aquello me traía recuerdos, recuerdos que no lograba recordar, como si no hubiese tenido infancia.

Su sola mirada era como un libro abierto. Un libro que, para él, contenía las más bellas pinturas en sus páginas y se mostraban simples a la par que elegantes. Pero todas aquellas imágenes contenían un fatídico mensaje: el olvido.

- Cuando una estrella pierde su brillo sólo está guardando energías para brillar con más intensidad la siguiente noche -dijo mientras la observaba con ternura. Pensó que ella se hacía responsable de la pérdida de memoria.

Observó con detenimiento cómo abrazaba y olía aquellos tulipanes, parecían evocarle muchos recuerdos de lo que en otra época fueron su tierna infancia...

- Definitivamente te debes sentir entre iguales cuando abrazas esos tulipanes -dijo, entre la alabanza y la referencia al pasado- ¿puedes recordar algo de ellos?

Se sentó mientras el pañuelo aún seguía oculto en su mano. De momento estaba en la fase acercarse más usando el entorno. Realmente no le gustaba utilizar una mentalidad militar para planear este tipo de cosas, pero su mente funcionaba así.

Me sonrojé levemente ante aquella frase que pronunció, sonreí y bajé la mirada. Para ser profesor de magia negra parecía un hombre muy agradable.
Me preguntó sobre aquellos tulipanes, alcé la vista y sonreí con algo de melancolía.

- La verdad es que no recuerdo gran cosa... Simplemente me traen el recuerdo de mi infancia y mi antiguo hogar...

Lancé un suspiro al aire, por mucho que me esforzara tratando de recordar era inútil, jamás sería capaz de averiguar por mi sola cosas sobre mi pasado.

- Aunque tampoco lo recuerdo muy bien... - añadí, desviando la mirada.

¿Era moralmente correcto aprovecharse de una chica indefensa sólo por amor? Si la hacía feliz, ¿eran aceptables los medios que hicieran falta con tal de ello? Por ahora debía centrarse en el mundo de Edith.

- No te preocupes, la gente que olvida necesita ayuda para poder recordar -dijo con cordialidad- y esa ayuda puede aparecer cuando menos lo esperes...

Estaba arriesgando su oportunidad de aprovechar el vacío de su hermana, pero no era capaz de coger el toro por los cuernos en ese estado. Por otra parte, ¿no le ayudaría eso en confianza?

A lo mejor el camino idóneo pasaba por tender una mano amiga que más adelante tiraría de ella para darle el gran beso final.

Me quedé sorprendida con la delicadez de sus palabras y mis mejillas tomaron un pequeño rubor.

- V-vaya, para ser usted un profesor de magia negra es muy cordial y atento. - hice una pequeña pausa - Le agradezco su dedicación, pero no quiero aburrirle con mis problemas - añadí con una leve sonrisa.

Entonces reflexioné sobre lo que me acababa de decir.

- ¿Es qué usted conoce algo sobre mí que acaso yo no recuerde? - dije estupefacta. - Me sería de gran ayuda que compartiese esa información. - añadí con una dulce sonrisa.

Todo estaba desarrollándose acorde a los planes del profesor. Se sentía como el gran imperio británico de la época colonizadora, aunque no le gustase ver a Edith como si se tratase de una porción de tierra con bandera. Entonces fue caundo ella empezó a quitar hierro a sus recuerdos y dificultar el paso, pero estaba decidido a subir cualquier cumbre.

- De hecho, recuerdo varias cosas sobre la época en la que nos conocimos -dijo en tono reflexivo- y, además, tengo contactos dentro y fuera del instituto. Podría mostrarle algun atajo en el largo camino por los recuerdos -siguió vendiéndose cuidando que fuera convincente y realista, pues no era buen momento para tirarse un farol.

Empezó acercándose por un aura de recuerdos, siguió engatusado por Cupido y Fortuna le dio luz verde para poder acercarse más a ella, sin barreras educativas o temores. Johann solía tener un carácter seco, pero había una poderosa fuerza en la alumna -tal vez su gran sonrisa o sus cautivantes ojos esmeralda- que era capaz de cambiar la propia naturaleza humana...

Sonreí ante tan amables palabras. Para tratarse de un profesor de magia negra, se trataba de un hombre muy amable, educado y cautivador con las palabras.

- Nada me gustaría más que pasar una tarde charlando con usted. - dije esbozando una amplia sonrisa - No le recuerdo, pero me parece una buena persona.

Quizás estaba confiando demasiado en él, pero algo me decía que no se trataba de mala gente y posiblemente sí que me podría ayudar...

- ¿Podría ser eso posible? - le pregunté.

Su pulso se aceleró en gran medida al escuchar aquellas palabras, ¡ella también quería estar con él! Con ello, notaba cómo empezaba a ruborizarse de forma súbita e imparable. Empezó a buscar una excusa para justificar su estado, y lo primero que se le ocurrió fue abanicarse como si fuera cosa del calor.

¿Posible? Lo fuera o no, ya pondría alguna excusa al Centro para poder escabullirse de las clases junto a Edith. Vale que era un profesor negro con una alumna blanca, pero siempre podía decir que estaba de guardia. Ventajas de ser nuevo, nadie conoce tus horarios.

- Por supuesto. De hecho, eso es lo que estamos haciendo, ¿no? -dijo con una sonrisa- y no tiene por qué acabar todavía...si quieres saber algo, dímelo y te contaré lo que sepa.

El hombre se empezó a abanicar, es verdad que hoy hacía un día bastante bonito pero aun así yo me encontraba algo destemplada.
Me sonrió y se dispuso a contarme todo aquello que supiese.

- Si no fuese mucha molestia me gustaría que empezara desde el principio y contase todo lo que sepa sobre mí - dije sonriendo.

Le tiré levemente del brazo y le invité a que se sentase junto a mí. Me senté en el banco con las piernas juntas y apoye mis codos sobre ellas y la cabeza sobre mis manos.

- Le escucho. - añadí con una sonrisa y ladeando la cabeza.