Maldición... [Colette =w=U]

Los rayos de sol se filtraban por mi ventana y me incorporé de la posición de tumbado mirando alrededor. Comprobé que Alfred estaba a mi lado y le miré ruborizado, me acerqué y le di un pequeño beso antes de levantarme de la cama.
Me vestí y arreglé un poco, tenía que acudir a mis derechos como profesor, y debía de ir a la Biblioteca a consultar una cosa.
Me puse frente al espejo y me pasé las manos por el cuello, las marcas quedaban muy en evidencia, así que no hubo más remedio que poner algo para ocultarlo.

No sabía si Alfred tenía clase, si lo hubiera sabido le habría despertado, pero estaba durmiendo como un lirón así que le dejé tal y como estaba antes de salir de mi apartamento.

Me dirigí a la Biblioteca tranquilamente, me coloqué bien la bufanda pero debido a que no caminaba prestando atención acabé chocando contra alguien.

- ¡Perdone! No miraba por donde iba y... - traté de excusarme.

Me encontraba en la biblioteca de la zona de luz, últimamente iba mucho por ahí, a causa de la ausencia de biblioteca en la zona de oscuridad, un auténtico fastidio, aunque bueno, supongo que es normal ya que los alumnos de oscuridad no son muy de leer que digamos...
Cuando finalmente escogí el libro que iba a leer, alguien chocó contra mi, haciéndome perder el equilibrio. Por suerte, pude agarrarme a tiempo a una estantería y no caí.

Enfadada, cogí mi bastón del suelo y comencé a golpear a mi "agresor" sin ninguna contemplación.

- ¡Mira por donde vas, jovenzuelo! ¿Te parece bonito hacerle algo así a una pobre anciana como yo? ¡Esta juventud de hoy en día no tiene miramiento alguno!

Una vez me quedé sin fuerzas, dejé de golpearle y volví a apoyar mi bastón contra el suelo. Entonces, le miré y resultó ser alguien a quien conocía.

- Oh... Señor Kirkland, conque es usted, ahahahaha -dije cambiando radicalmente mi humor- Cuanto tiempo sin verle, ¿se encuentra ya bien?

Aquella mujer empezó a darme golpes con su bastón, no tenía mucha fuerza, pero aún así era molesto.
Me quedé quieto hasta que terminó de golpearme, era evidente que no había aceptado mis disculpas.

Miré a aquella mujer y mi cara perdió su color al darme cuenta de que se trataba de aquella anciana que días antes me había pillado con un alumno en la enfermería y a este último le había entregado unas hierbas con efectos afrodisíacos.
Preguntó por mi estado, intenté mantener la cortesía y actuar con naturalidad, aunque realmente me aterraba tener una persona así en frente de mí.

- Pues... Y-ya me encuentro mucho mejor... Gracias.

La miré intentando mantener la calma, o esa era la apariencia que pretendía dar.

- ¿Y usted? ¿Cómo se encuentra? - pregunté con cortesía.

Dijo que se encontraba mejor, y yo ya lo sabía... No hace mucho, movida por mi curiosidad, le eché las cartas en secreto, y éstas me revelaron no solo que ya estaba completamente sano, sino que además pasaría por una experiencia muy importante en su vida. Deduje cual sería.

- ¿Yo? En plena forma, no me tomes por una anciana -dije con orgullo, mostrando una sonrisa.

Me quedé un momento en silencio, con una sonrisa maruja en mi cara mientras miraba a un lado, como disimulando.
Di un paso hacia delante y le miré directamente a los ojos, sin perder mi sonrisa.

- Y dime, ¿sacasteis provecho a las hierbas que os di?

Mi cara tornó una expresión de miedo y a la vez vergüenza ante su última pregunta. ¡Por eso lo mejor era no encontrarse con aquella mujer! Como si de una sanguijuela se tratase se adhiere a ti hasta sonsacarte toda la información sobre tu vida privada.

- P-pues... No... D-desde el incidente en la enfermería no quisimos saber más sobre ello... - conteste nervioso.

Tenía que buscarme una excusa para irme de aquel lugar, aquella mujer no dejaría de acosarme a preguntas hasta decirle la verdad, toda la verdad. Ya sabía gran parte de ella, pero no las cosas más íntimas.

Al pobre chaval se le puso una cara que daba risa verla... Al parecer le había calado, y a pesar de que lo había negado, yo sabía que eso era mentira y que me estaba ocultando cosas. Muy divertido.

- Ya, claro... ¿entonces no disteis rienda suelta a vuestros instintos más salvajes y primitivos? -dije sonriendo de medio lado.

Estaba nervioso, podía notarlo, era obvio que me estaba ocultando cosas. Y bueno, no es que yo sea cotilla pero... sólo quería que aceptase lo que yo sabía que era verdad.
Me fijé en su cuello, lo tenía sospechosamente tapado... Vaya truco tan típico, lo había visto millones de veces.
Acerqué mi bastón a su cuello y deslicé ligeramente la prenda que lo ocultaba, dejando a la vista unas bonitas marcas. Sonreí maléficamente.

Intenté buscar rápidamente una respuesta ante su acusación, sin embargo mi cerebro no era capaz de razonar y menos ante la posesión de la verdad de aquella anciana.

Absorto en mis pensamientos noté algo en mi cuello, se trataba de aquella misma mujer dejándolo al descubierto. Me puse muy nervioso y retrocedí varios pasos hacia atrás, volviendo a taparlo. Me encontraba avergonzado y a la vez irritado por aquella mujer.

- Con el debido respeto, ¿pero usted de qué va? ¿Se cree que puede husmear en la vida de los demás? Lo que yo haga lo decidiré exclusivamente yo, que ya tengo una edad.

Me crucé de brazos y apreté los ojos, no tenía por que aguantar esa situación, quería llevar mi vida con total discreción y más tratándose de la gravedad de la ruptura de las normas del centro.

El chico se rebotó. Se le debió de acabar la paciencia, pero yo no iba a desistir, por mucho que se enfadara, aquello era demasiado jugoso.
Le apunté con el bastón en la cara y le miré con actitud desafiante.

- Ten un poco más de respeto hacia tus mayores. Además... ¿acaso has olvidado que sé tu pequeño secretito...? -sonreí maliciosamente- así que ten cuidado.

Volví a apoyar mi bastón sobre el suelo y le miré cambiando mi expresión a la de una adorable ancianita.

- Ay joven... no es que yo quiera husmear en tu vida, solo pretendo ayudarte...

Una malvada idea se cruzó en mi mente, era demasiado divertida como para dejarla pasar. Sonreí con malicia y señalé un par de butacas que había en un rincón.

- ¿Por qué mejor no nos sentamos para conversar mejor? -dije, poniendo especial énfasis a la palabra "sentamos".

Me aterroricé en cuanto comentó que sabía mi secreto, bien lo sabía yo y me amenazó con ello.
De aquella manera yo no podía defenderme y simplemente tenía que permanecer en silencio, conocía los riesgos.
Sinceró que solo pretendía ayudarme pero a mí esa idea no me acababa de convencer... Ya había cometido demasiadas imprudencias alguna que otra vez...

Señaló unas butacas y nos invitó a sentarnos, sin embargo, yo agité ambas manos en gesto de negación.

- Siéntese usted s-si quiere... - dije nervioso. - Yo prefiero estar de pie.

Supuse por donde quería ir... Pensaba husmear en mi vida privada hasta sacarle el jugo a cualquier detalle.

El chico se negó, tal y como era de esperar... Pero no me rendiría, quería ver su cara de dolor y que me lo confesara todo.

- Oh vamos, joven, ¡ni que te doliera el trasero!

Tras decir aquello me eché a reír. Sabía que eso era exactamente lo que le pasaba.

- Insisto, siéntate joven, me pone nerviosa hablar con alguien que está de pie mientras yo estoy sentada... ¿y no querrás que una ancianita como yo permanezca plantada tanto tiempo?

Me hice algo la viejecita débil e inocente y me senté en una de las butacas, mirándole con una gran sonrisa, invitándole a que se sentase a mi lado. Se le veía muy desconfiado.

- ¿De qué tienes tanto miedo...? -dije con malicia.

Reí nerviosamente con su comentario de que ni me doliese el trasero... Para mi desgracia había dado de pleno...
Ella se sentó y quería convencerme para que yo me sentase en la de al lado...

- No tengo miedo a nada, señora. Es una simple butaca, vaya tontería.

Pero para mí para nada se trataba de una mera tontería... Sé exactamente lo que quería; quería ver mi reacción al sentarme para saber que es exactamente lo que había pasado con ese tal "deseo carnal" ...

Me llevé una mano a la boca fingiendo toser mientras me sentaba, mientras lo hacía cerré los ojos pero no de forma demasiado exagerada; aun con la mano en mi boca y cuando ya estaba sentado me mordí el labio inferior, aguantando el dolor que sentí y rezando por que la anciana no se hubiese percatado.

Me aparté la mano de la boca y le sonreí.

- ¿Ve? - añadí.

Fue sentándose lentamente, intentando disimular el dolor que sentía, si pensaba que me iba a poder engañar lo llevaba claro, seré vieja, pero no tonta.
Terminó de sentarse y me sonrió, con una sonrisa muy forzada por cierto.
Me eché a reír.

- Justo como pensaba... -dije con malicia.

Había sido el sujeto pasivo, no me sorprendía, aunque pensar que fue con un alumno de diecisiete años... me causaba risa.

- Eres un vergonzoso, jovenzuelo, es bueno que l'amour fluya por el aire~ ohonhonhon

Maldita sea, aquella mujer era mucho más sagaz de lo que pensaba... Se había dado cuenta.
Su risa mi incomodó y fijé la vista en el suelo completamente rojo, sintiendo un frío sudor por mi cara... Y realmente avergonzado de la situación.

Era algo que quería que nadie supiese sin embargo me había descubierto y ya no podía volver atrás, aunque aún así... Aquella información en manos de aquella mujer era demasiado vergonzosa, sobre todo tratándose de alguien así.

- U-usted está disfrutando de todo e-esto, ¿verdad? E-es decir... Le gusta verme a-así de apurado...

Apreté mis manos contra mis rodillas, no era capaz de levantar la vista del lugar donde se encontraba.

Me eché a reir en cuanto dijo que yo disfrutaba con todo ello, la verdad es que tenía toda la razón. El encargado de la biblioteca se aclaró la garganta y me lanzó una mirada severa, que yo contesté lanzándole un beso.
Volví a mirar al ukecito con una gran sonrisa malvada en mi cara.

- La verdad es que sí, es bastante divertido ver como te avergüenzas por algo así.

Él tenía la cabeza gacha, apretando sus manos contra las rodillas y totalmente sonrojado. Que mono, de no haber tenido novio me lo hubiera agenciado.

- Pobrecito, supongo que ya has sufrido suficiente como para que ahora venga yo a hacerte sufrir más... -dije, haciendo como si me compadeciera de él- Pero joven, no has de verme como una mala persona, al contrario, yo solo quiero ayudar.

Mi actitud en aquel momento resultaba estúpida, podría haberme levantado y haberme ido de aquel lugar. Sin embargo, me parecía algo de total mala educación, y alguien como yo no podría permitir eso.

Sin embargo por otro lado no estaba dispuesto a aguantar más lo comentarios de aquella mujer y dejarle que sonsacase todo lo que fuese de mi vida sexual.

Decía que ella trataba de ayudarme, levanté la cabeza y la miré con desconfianza, no me tragaba algo así, y menos de una persona como ella.

- ¿Ayudarme? ¿Ayudarme en qué?

Sinceramente pensar aquello hacía que la situación me resultase extraña, quizás quisiese aprovecharse e investigar más a fondo sobre mí... Como si no lo supiese todo ya...