¿Pasando el rato en el laberinto? [Len~]

Odiaba este lugar, ¿quién me mandaría entrar en este estúpido instituto? no me iban a enseñar nada que no supiera ya, de todos modos nisiquiera iría a clases, ya que para mí serían una pérdida total y absoluta de mi valioso tiempo.

Decidí investigar un poco este penoso lugar. Encontré un gran laberinto a las afueras. Perfecto, así nadie me vería cuando hiciera pellas, además gracias a la vista que poseía no tendría problemas de orientación y sabría volver al punto de partida.

Me adentré dentro del laberinto, parecía algo lioso, pero como ya sabía anteriormente, eso no era problema para mí.

Me situé en una pequeña esquina que había ya casi por el centro del laberinto. Me eché en el suelo y empecé a pensar en mis cosas.

Miraba el cielo, todo nublado... parecía que llovería pronto, aunque ¿qué más da un poco de lluvia?

De repente mi descanso fue interrumpido por unas gotas de lluvia...

-Maldita sea, tendré que volver a ese estúpido lugar lleno de gente estúpida-refunfuñaba mientras me levantaba tranquilamente y caminaba con la mano sobre la frente.

Esta lluvia dificultaba mi vista, aun así creo que podría salir de allí.

A lo lejos vi una silueta, posiblemente de mujer, ya que un hombre no posee caderas tan anchas. Decidí no darle importancia, si se había adentrado aquí sabría las consecuencias, no era mi problema.

Vi a una persona acercándose, en efecto, era una chica. La miré fijamente con una fría mirada, no me gustaba su aspecto, vestía raro y además parecía una de estas niñas mimadas que son sobreprotegidas por su hermano mayor. Odio a esa clase de criaturas.

Me saludó, que desagradable, simplemente quería pasar de ella, pero parece que no se dio cuenta y aún me dirigió la palabra.

Yo no quería hablar con ella, pero me incordiaba de tal manera que me daban ganas de tirarla contra la pared del laberinto. Además, noté cierta aura blanca, por lo que me mosqueaba más todavía, ya que yo era un mago negro y odiaba a los que utilizaban su magia para hacer el bien.

En fín, veía que la única manera de que callara sería dirigiéndome a ella.

-Oye niña, deja de dirigirte a mí, para que te enteres yo no hablo con niñas cursis como tú y además si estas perdida no es mi problema, haberlo pensado antes de entrar aquí-dije siguiendo mi camino.

Parece que le había provocado una rabieta, entonces cogío mi mano y volvío a dirigirme la palabra.

Por unos momentos me quedé en shock, ya que hacía mucho tiempo que nadie se atrevía a tocarme. Las razones no vienen al caso, pero odiaba que me tocaran, después de lo que una vez sucedió...

En cuanto me soltó la mano volví en mi mismo. Me quedé mirándola y después le di un empujón, tirándola contra la pared.

-Mira mocosa, nunca en tu vida vuelvas a hacer lo que has hecho-dije mirándola fríamente enfurecido.

La lluvia empezaba a apretar... me quedé quieto mientras la lluvia me empapaba, no tenía ganas de hacer nada, por culpa de esa mocosa recordé cosas que creía olvidadas...

Después volví a dirigirme a ella, esta vez para advertirle.

-No deberías jugar conmigo, a diferencia de tí yo no soy una buena persona, mis poderes han marcado mi pasado y posiblemente marcarán el presente como sigas cerca, no te conviene volver a enfadarme o saldrías perjudicada-dije con un tono de voz extremadamente serio mientras me miraba las manos.

Me quedé sorprendido de su reacción, volvió a tocarme... ¡no la soportaba! había llegado al extremo. ¿Qué es lo que pretendía con todo eso?

Sinceramente, podría haber pasado de mi desde un principio, pero quería tocarme las narices, nisiquiera se quien diantres era, lo único que sabía es que jamás querría volver a verla.

-¿Quieres jugar con mi paciencia, mocosa?-dije con una risa sovervia.

En ese momento comencé a jugar con mis poderes alrededor de la chica, no sabía como iba a acabar esto.

Posiblemente si alguien nos viera acabaríamos ambos expulsados, aunque a mí no me importaba ni lo más mínimo aquello.

La chica decidió marcharse, por fin, pensaba que nunca me libraría de ella.

Se fue muy enfadada, pero aquello no me importaba ni lo más mínimo. Además, seguramente habría cogido el camino equivocado, y acabaría perdida, llorando por los rincones.

Decidí marcharme yo por mi camino, que no se parecía en nada al que había cogido ella.

La lluvia no paraba, cada vez tenía la vista más turbia, eso me dificultaría la salida de aquel lugar.

-Agh, ¿por qué no puedo ver con claridad? Estúpida lluvia...-refunfuñaba en voz alta.

Seguía caminando, pero tenía la extraña sensación de haber vuelto al mismo lugar, y no se por donde andaría la chica, ni me importaba lo más mínimo.

De pronto, volví al mismo lugar de donde había partido, la lluvia no paraba y a malas penas podía sentir mis extremidades por culpa del frío.

No quise rendirme, tendría que salir tarde o temprano...

La lluvia daba señales de que pararía, aunque no sé por cuanto tiempo. Decidí darme la mayor prisa posible, ahora podía ver con claridad la salida, más o menos.

Me concentré durante unos segundos, me limpiaba constantemente los ojos con las mangas empapadas, necesitaba una mejor visión...

¡Lo conseguí! pude ver la salida. Rápidamente me dirigí hacia ella pero... en mi camino había un obstáculo... la chica de antes.

Ella estaba tirada en el suelo, parece ser que era cosa de la fría lluvia. No sabía muy bien por qué no continuaba mi camino, y por qué seguía mirándola, como si no hubiera nada que hacer.

Me acerqué a ella, le toqué su frente... tenía fiebre, o almenos eso apreciaba yo. Posiblemente, si la dejaba aquí moriría de una pulmonía o hipotermia, pero... ¿qué me importaba a mí? yo no tenía nada que ver con ella, nisiquiera me importaba lo que le pasase.

Sin embargo mi mente no estaba tranquila, no podía dejarla allí...

-No se como lo has conseguido, pero me he apiadado de tí...-dije mientras la cargaba en brazos cuidadosamente.

Después, salí corriendo con ella hacia la salida, no estaría muy lejos, pero creo que no podría llegar del tirón, no con ella en brazos.

Seguí caminando hacia la salida, ya estaba muy cerca de salir de allí.

La lluvia empezó a apretar, posiblemente eso me dificultaría la salida, por lo que necesitaba inmediatamente llegar.

La chica que llevaba en brazos parecía reaccionar... mierda, ahora ya no podría hacer como si no supiera nada... me pregunto cual sería la reacción de ella al saber que he sido yo el que la ha traido.

Sin pensar más en aquello dejé de correr y me paré a descansar un poco. El vaho de mi aliento salía sin poder evitarlo, hacía mucho frío, y estaba muy cansado. Además, parece que estaba anocheciendo.

Ella pesaba un poco por lo que también me costaba correr así. Finalmente llegué a la salida del laberinto y rápidamente llegué al Instituto.

Dudaba que alguien supiera de aquella salida, este Instituto tenía muy descontroladas las afueras...

Cuando llegué, principalmente fue llevar a la chica a la enfermería. ¿Y ahora que podía hacer? No dejaría que ella se fuera de la lengua diciendo que la he traido hasta aquí, la gente podría pensar que tengo un lado bueno, y no es cierto.