Tras el ataque

Fui corriendo directamente a la enfermería. No había mucha gente por los pasillos, pues aún era hora de clase, pero la poca gente que había nos miraba con horror. Algunos me gritaban que me detuviera, otros me seguían, y otros salían corriendo. Yo no les prestaba atención, solo me interesaba llegar a la enfermería antes de que fuera demasiado tarde.

Abrí la puerta de la enfermería con muchos nervios y entré con rapidez. La enfermera que estaba allí se quedó de piedra al verme entrar, cubierto con la sangre de Arthur.

- Oh por Zeus... -dijo sorprendida- ¡P-ponlo rápidamente ahí! -me señaló una camilla y comenzó a hacer llamadas.

Hice lo que me dijo y puse a Arthur sobre aquella camilla. Le tomé de la mano y le besé en la frente.
La enfermera vino rápidamente hacia nosotros, me miró con desconfianza y me preguntó qué había pasado mientras examinaba la herida de Arthur.

- U-una puñalada... en el p-pecho y otra e-en la espalda...

Entonces comenzó a venir mucha gente, probablemente a los que la enfermera había llamado, vendrían para salvar a Arthur... Le estreché más la mano y le acaricié el pelo. Me sentí incómodo bajo la mirada severa de un hombre.

- ¿Que se supone que haces aquí? ¿No deberías de estar en clase? -me dijo con tono de autoridad.

- N-no volveré a clase h-hasta que Arthur esté bien...

Sentí como me agarraban del brazo y tiraban de mi, intentando alejarme de Arthur.

- ¡Soltadme malditos! -grité forcejeando con ellos.

Me echaron fuera de la enfermería, a pesar de que hice un gran esfuerzo por permanecer allí, aquellas personas eran más fuertes que yo.

- Vuelve a clase, chaval, este no es un asunto para críos.

Y a continuación cerró la puerta. Comencé a golpearla, intentando tirarla abajo, y a gritar el nombre de Arthur.

Me encontraba en estado de semi-inconsciencia, apenas era capaz de percibir lo que ocurría a mi alrededor.
Oí unas voces, una de ellas creo que pertenecía a Alfred, me apenaba saber que me estaba viendo en un estado como ese, pero aún así al estar con él me sentía mucho más seguro.
Escuché una voz femenina primero y después algunas voces masculinas, a continuación gritos y golpes eso hizo que me preocupase.
Logré entreabrir los ojos, pero apenas veía con claridad.

- A-Alfred... - susurré con lágrimas en los ojos.

A continuación noté como alguien me ponía algo parecido a una máscara de oxigeno, poco a poco, acabé perdiendo la consciencia.
Cuando me desperté, me encontré tendido en una cama y sentía un leve dolor tanto en mi pecho como en la espalda.

- Por favor, no se mueva. - dijo la enfermera que estaba a mi lado - Le hemos tenido que dar puntos y es mejor que no haga esfuerzos.

Asentí levemente y miré alrededor, sentía cierto dolor en mi garganta.

- D-disculpe... - dije con voz ronca; la enfermera me miró - El chico que me acompañó...

- Era necesario que se fuera. - respondió - Era mejor que no interrumpiese.

Entendí la situación y recosté la cabeza en la almohada, dejando que el tiempo pasase caprichosamente hasta que pudiera verle otra vez...

Continué golpeando la puerta hasta que ésta se abrió, y toda esa gente sacó a Arthur, que estaba inconsciente, rápidamente en la camilla.
Les seguí, preguntándoles todo el rato cómo se encontraba Arthur, pero no recibí repuesta alguna.
Se metieron en una sala, y, por supuesto, la cerraron. Por mucho que forcejeé la puerta fue inútil.
Al final, me resigné, mientras estuvieran todas esas personas no podría verle.

Volvió a salir ese hombre malhumorado cara-de-mala-leche, y vino directamente hacia mi.

- ¿De qué curso eres? ¿Cual es su nombre? -me preguntó.

- ¿Cómo está Arthur? Necesito verle.

- El Señor Kirkland no está en condiciones de recibir visitas... y menos de críos. Si quieres consultarle alguna duda mejor espera a que se recupere.

- ¡¿No entiende que necesito verle?!

- ¡Baje esos humos, joven! Ahora mismo le acompañaré a la clase donde supuestamente debería estar.

Claro, ¿cómo iba a comprender aquel hombre la situación? No podría ni imaginarse el tipo de relación que tenemos Arthur y yo.
Me quedé mirándole con el ceño fruncido, al igual que él a mi. Rápidamente, corrí hacia las escaleras y me escabullí entre los muchos pasillos de aquel lugar.
Él y otros más comenzaron a seguirme, pero les despisté.

Esperé un rato hasta que dejé de oír ruidos y volví a la habitación donde se encontraba Arthur.
Por suerte, ya no había gente allí, estarían demasiado ocupados buscando a este alumno rebelde que hace pellas.

Me acerqué a él y le tomé la mano. Suspiré aliviado al poder ver por mi mismo que estaba vivo, pero aún así me preocupaba su estado, se le veía muy débilitado.

La enfermera que estaba a mi cargo dijo que tenía que marcharse unos momentos, me rogó que no hiciese esfuerzos y no me moviese de aquel lugar.
Sin embargo, más de una vez me dio el impulso de querer irme de allí, de ver a Alfred, quería saber si él había sufrido algún daño o si se había metido en algún lío...

Intenté levantarme pero mis heridas me lo impedían, dolían demasiado.
Volví a caer sobre la cama y cerré los ojos, concentrándome en mis propios pensamientos.
Al poco rato oí como se abría la puerta y unos pasos bastante acelerados. Supuse que se trataba de la enfermera que venía de lo que quisiera que tenía que hacer.

Sin embargo quien entró me tomó la mano y la estrechó con fuerza, abrí los ojos y para mi sorpresa, Alfred se encontraba ahí frente a mí. Alcé mi mano para tocarle la cara.

- A-Alfred... - susurré mientras mis ojos se empeñaban en humedecerse.

Intenté levantarme para poder abrazarle pero no podía, al intentarlo solté un quejido.

- Si estás aquí... T-te meterás en otro lío...

Sonreí cuando abrió los ojos y pronunció mi nombre, mis ojos comenzaron a ponerse llorosos mientras acariciaba la mano que había puesto en mi cara.
Se intentó levantar, aquello pareció dolerle.

- N-no hagas esfuerzos... -dije preocupado.

Bueno, en realidad ya estaba metido en un lío. Probablemente me llevaría una buena regañina, castigo o algo así por haberme saltado las clases, por haber corrido por los pasillos y haberle faltado al respeto a el profesor cara-de-mala-leche.

- No te preocupes por mi... he estado en líos peores, un castigo no me asusta -dije con una pequeña sonrisa.

Me incliné, le acaricié el rostro y le besé cuidadosamente. Luego le miré con lástima, me dolía mucho verle así.

- Siento no haberte podido proteger de... de esa cosa.

Se inclinó hacia mi cara y me besó en los labios con delicadeza, quizás le daba miedo ejercer más presión debido a mi estado.
Cuando se separó se disculpó por no haberme podido proteger de aquello. Negué levemente con la cabeza.

- No es tu culpa, no es la primera vez que me ataca... Solo que ya ha aprendido mi estrategia y eso me resta posibilidades de vencer... - dije suspirando.

Me quedé embobado mirando su rostro apenado, sonreí levemente e hice con mis dedos que en su cara se dibujara una sonrisa, ejerciendo presión sobre los extremos de sus labios.

- ¿Dónde dejaste tu sonrisa de siempre? No me gusta verte así, ese no es el Alfred que yo conozco.

No era la primera vez que le atacaba... eso me preocupaba bastante, sobretodo después de saber que había aprendido su estrategia. No podía saber cuando volvería a aparecer aquella criatura, y eso me daba inseguridad.
Me quedé pensativo, con la mirada gacha y preocupado, aquello era un problema muy serio...
Sentí sus dedos tirando de mis labios, intentando que sonriera.

- Ahora no puedo sonreír... e-esto es demasiado grave -dije tomándole las manos- Esa cosa podría haberte matado, y probablemente volverá a aparecer en cualquier momento p-para acabar el trabajo...

Mi rostro tomó una expresión de tristeza solo de pensar que Arthur podría morir a manos de esa cosa en cualquier momento, y yo no podía hacer nada para evitarlo.

Solté sus manos en cuanto terminó de hablar, entendía que aquello le preocupase, pero... No iba a permitir que nadie acabase con la vida de ninguno de los dos.

Poco a poco logré incorporarme quedando sentado sobre la cama.

- E-escucha... - dije apretando los ojos levemente. - No va a pasar nada... Encontraré una solución pero ante todo no quiero que te preocupes, ¿de acuerdo?

Le tomé la cara con ambas manos y le besé en los labios, caprichosamente había estado esperando probarlos durante todo el día.

- Ánima esa cara... - dije con las mejillas levemente ruborizadas. - Tener esa cara tan larga no es propio de ti. - añadí con una leve sonrisa dibujada en mis labios.

Se logró incorporar y me dijo que no debía de preocuparme, pero eso era imposible, sólo había que ver el estado en el que estaba... Si eso no era preocupante, que venga Zeus y lo vea.

Le acaricié la cara tras su beso y le dediqué una sonrisa algo forzada, quería que estuviera animado a pesar de todo, pero era incapaz.

- Arthur, me es muy difícil no preocuparme por ti... -dije volviendo a poner expresión triste.

Entonces pensé que debía de intentar parecer animado si eso era lo que él quería. Le acaricié el cabello y le di un beso en la frente.

- Te quiero, y por eso me preocupo... no quiero que te pase nada -dije sonriendo lastimeramente.

Sus palabras consiguieron conmoverme e inconscientemente las lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas.
No me gustaba que me vieran llorar así que me tapé la cara con las manos, y descargué todo lo que tenía dentro sobre mis manos.
Al poco rato empecé a quejarme por el dolor de mis heridas, me llevé una mano al pecho y volví a apretar los ojos.

- Lo siento.... S-siento no poder darte una satisfacción, siento ponerte en peligro... Siento hacerte sentir así...

Entonces recordé que la enfermera no tardaría demasiado en volver y le miré apenado.

- Y-yo... Yo también t-te quiero... P-pero no quiero que estés en peligro por mi culpa o t-trates de enfrentarte a esa cosa...

Bajé la mirada, poco a poco era capaz de saber como se sentía, de lo mal que podría estarlo pasando por mi culpa, y por qué era incapaz de sonreír.

- Deberías irte... La enfermera no tardará en volver...

No entiendo muy bien por qué, pero de pronto se puso a llorar. Fui a abrazarle, pero me detuve pues pensé que podría hacerle daño, así que solo le acaricié el cabello.

- N-no te disculpes, no tienes por qué hacerlo... -dije mientras le secaba las lágrimas- Si esa cosa nos vuelve a atacar, no me pidas que no me enfrente a él... no puedo dejarte solo.

Me dijo que la enfermera estaría a punto de venir. Es cierto, se me había olvidado... de todas maneras, tampoco es algo que me importase, iba a estar castigado de todas maneras.

- No me iré... me da igual que me pillen, total, por un lío más en el que me meta...

Continúa con la mirada bajada y me agarré al borde de la cama.

- Creo que debo explicarte por que me quieren matar... Verás...

Cuando me disponía darle una explicación empecé a toser y me agarré el pecho, sentía punzadas debido a la presión del diafragma.

- Bueno... Ahora que lo pienso prefiero no contártelo no quiero que te preocupes aún más...

Dijo que no se iba a mover de allí, le daba igual meterse en otro lío.

- P-pero Alfred, s-si nos pillan otra vez... Estaremos ambos metidos en un buen apuro.

Le miré con una pequeña sonrisa en los labios.

- Pero qué demonios... He estado apunto de perderte...

Entrelacé mis manos por detrás de su cuello y le volví a besar, atrayéndole hacia mí y haciendo que no tuviera más remedio que apoyarse en la cama. Apreté mis manos con más fuerza, quizás causando que el beso tornase de forma más apasionada.
No me importaba el lugar, y el posible lío en el que podríamos meternos, simplemente quería estar con él y más sabiendo que podía haberle perdido, y eso era lo último que deseaba.

Como tenía un rato libre, me puse a dar un pequeño paseo por los alrededores de este lugar.
Cerca del edificio de enfermería, oí un escándalo. La curiosidad me invadió y me dirigí hacia allí de inmediato.
Había unos cuantos profesores murmurando algo de que un alumno sospechoso les había hecho burla y se había saltado las clases, vamos algo de lo más normal... que decepción, y encima ninguno de los maestros era joven y guapo.

Como ya estaba allí, entré al edificio. Me había enterado de que habían herido a un joven profesor, vale que no le conociera pero... "joven" oh, esa era una de mis palabras favoritas. Le había preparado una solución de hierbas con poderes curativos, ¡mano de santo! Así me ganaría su amistad.

Fui por los solitarios pasillos de aquel edificio, asomándome por las puertas para ver donde se encontraba aquel pobre muchacho.
Cuando me asomé a su puerta... vi algo que realmente no me esperaba.
Allí había un herido besándose de una manera muy lujuriosa con un alumno. Debía de haberme confundido, no podía ser el profesor herido...

- ¿Sr. Kirkland? -dije entrando a la sala, interrumpiéndolos de lleno.

- Eso no me importa ahora... -dije en cuanto mencionó lo de que nos pillaran.

Me traía sin cuidado que me pillasen ahora, no podía preocuparme por otra cosa que no fuera Arthur.
Me miró sonriente, al ver su sonrisa yo también intenté sonreír.
Para mi sorpresa, puso las manos tras mi cuello y me besó, tirando de mi con fuerza. Me incliné hacia delante, apoyándome en la cama, y continué el beso con cuidado. A pesar de intentar ser delicado para no hacerle daño, el beso fue cobrando cada vez más intensidad.

El beso fue cortado de repente al oír una voz que venía de la puerta.
Me giré y miré con rencor a la persona que se había atrevido a interrumpir nuestro beso. Era una vieja, probablemente la señora de la limpieza.

- Señora, váyase un rato a jugar al chinchón, ¿qué no ve que estamos ocupados?

Cada vez le sentía más cerca de mí, y aquello me gustaba.
Mi corazón no dejaba de latir con fuerza conforme el beso se hacía cada vez más intenso.
De pronto oí como la puerta se abría e intenté separarme de él lo más rápido posible, temía que se tratase del director que se había enterado del estado de uno de los profesores o de la propia enfermera.
Sin embargo, para mi sorpresa se trataba de una anciana, que entró como si no hubiera visto nada, quizás no tenía muy bien la vista y no había visto con exactitud lo que había pasado.

Preguntó por mí y me aclaré la garganta tratando de mantener la seriedad.

- E-eh... Soy yo, ¿quería algo? - pregunté con educación.

El alumno me contestó de una manera algo arrogante, sugiriéndome que fuera a jugar al chinchón.
Me dirigí hacia él dispuesta a contestarle y a darle un golpe con mi bastón, pero el joven herido me contestó. En efecto, era el profesor Kirkland.

Me llevé una mano a la boca para ocultar mi risa floja, tan herido que estaba... y ahora me lo encuentro liándose con un alumno, ni más ni menos. Si se enteraran los de arriba se meterían ambos en un buen lío.

- Oh, yo solo venía a ver como se encontraba pero... -le miré sugerentemente- ya veo que se encuentra mucho, muchísimo mejor.

Me acerqué a ellos dos lentamente y les observé de arriba abajo, sobretodo al alumno, era bien alto y se le veía fortachón.

- Vamos, se encuentra usted tan bien que le puede dar lecciones extras de... lengua a este alumno -solté una carcajada.

La vieja no se fue, al contrario, entró y se acercó a nosotros. Al parecer quería visitar a Arthur, ¿es que le conocía? Quizás fuera su abuela... oh por Zeus, espero que no.
Me observó de pies a cabeza, yo la miraba con cara de pocos amigos, con la esperanza de que interpretara mi mirada como un "largo de aquí".

Comenzó a reírse después de decir lo de darme lecciones de lengua. ¿Era el único que no entendía qué tenía aquello de gracioso?

- No señora, no me está dando lecciones extras -salté de repente- En realidad estábamos aprovechando el tiempo juntos, como buenos amigos.

Se acercó a nosotros y nos miró detenidamente especialmente a Alfred.
Le miré con cara de sorpresa y completamente ruborizado al oírle decir lo de las "clases de lengua". Eso demostraba que aquella anciana había visto lo ocurrido hacía escasos segundos.
Aun así intenté desviar el tema y no dejarme abatir por las apariencias.

- Simplemente, él tenía unas dudas para un examen y no iba a dejárselas sin resolver... - dije tratando de no parecer nervioso.

Pero en el fondo lo estaba bastante, no conocía de nada a esa vieja, y si había visto algo, ¿quién me aseguraba que no diría nada al director y mis superiores? Solo de pensar en aquello, hacía que los pelos se me pusieran de punta.

El alumno no hacía más que decir estupideces, probablemente era tan cortito que ni si quiera pilló lo de "lengua". Esta juventud...
Aunque no se si eso es peor que lo que hizo el otro, intentando mentirme a mi, ¡a mis años! Seré vieja, pero de tonta no tengo ni un pelo.

- Por vía oral, por lo que veo... aunque es la primera vez que veo alguien solucionar dudas de esa manera tan peculiar... juntando tanto los labios y eso -dije con sarcasmo- interesante, ¿no?

Di un par de pasos hacia el muchacho alto y le di un golpe con mi bastón en la pierna. No creo que le hiciera mucho daño, pero tenía que golpear a alguien, que si me quedaba con las ganas sería peor, y no podía golpear al enfermo.

- ¿No os da vergüenza engañar así a una pobre vieja? ¡A mis años! Se lo que estabais haciendo, libidinosos, lujuriosos, ¡víctimas del deseo carnal!

Arthur le mintió a la vieja, pero ésta pareció no tragarse aquella mentira... o al menos eso creo.
La miré con desconfianza mientras se acercaba más a mi. Entonces sin previo aviso me golpeó con su bastón de vieja chocha.

- ¡Ay! ¿qué haces? -exclamé, en realidad no me dolió mucho, pero no entendía por qué me tenía que pegar a mi, si yo no había dicho nada... malo, creo.

Dijo que la estábamos engañando, definitivamente esta vieja no es tan tonta, lo vio todo.

- ¡Eh, eh! V-vale que pueda ser libidinoso, aunque no se lo que significa, ¡pero no conozco a ningún señor llamado deseo carnal, así que no puedo ser su víctima! -dije casi sin pensar, me estaba comenzando a poner nervioso.

Mi cara se tornó completamente roja conforme la anciana continuaba hablando sobre lo que había visto, que era verdad.
Me llevé las manos a la cara totalmente avergonzado, e incluso mal en cuanto nos llamo víctimas del deseo carnal.
Mi cara tornó una expresión de sorpresa, pero sin perder el rubor.
Alfred no lo entendió y empezó a soltar estupideces, quizás debido a sus nervios.

- ¡E-e-está equivocada...! E-eso es mentira, ¡n-nosotros n-no sentimos t-tal cosa! - dije completamente nervioso.

Bajé la mirada, aquello sonaba muy fuerte, pero no era verdad, solo era un beso... Quizás algo intenso pero solo un beso...

- ¿Y-y qué piensa hacer u-usted con l-lo que h-ha v-visto? - me atreví a preguntar.

Miré hacia el techo cuando aquel joven dijo semejantes tonterías. El otro parecía estar más cuerdo, aunque, eso sí, mucho más nervioso.
Seguía negándomelo, se pensaba acaso que por ser vieja era ciega o tonta, pero bueno es normal... al fin y al cabo no les interesa que nadie se entere de su clandestina relación.

- ¿Que qué pienso hacer? Oh, bueno... pues para empezar debería de informar a nuestros superiores, este tipo de relaciones... -me quedé un momento vacilante, mirándoles con interés y guardé silencio para mantener la tensión- Pero en lugar de ello simplemente me lamentaré de no poder ligotear con dos buenos mozos como vosotros, ¡si es que los mejores siempre son gays, leñe!

Comencé a reírme para intentar quitarle seriedad al asunto, y le volví a dar un par de golpes con mi bastón al mozo fuerte, simplemente porque me apetecía.

- Aunque seáis profesor y alumno, ambos sois muy jóvenes, a penas debéis de llevaros unos pocos años... os va el morbo, ¿eh? hahahahaha.

Me puse muy pero que muy nervioso cuando la vieja dijo aquello de informar a superiores. Intenté pensar en maneras de evitarlo, ¿chantaje? ¿extorsión? Lo que fuera, no iba a permitir que nadie acabara con nuestra relación.

Me relajé cuando dijo que se lamentaba de no poder ligotear, en el fondo era un graaaaaan alivio, y comenzó a reírse... ¿significaba eso que no nos iba a delatar?

Cuando aún no me había recuperado del susto, me asestó un par de golpes. ¿Esta mujer me tenía manía o qué? No me caía bien, jum!
Ahora que lo comentaba, no tenía ni idea de la edad de Arthur, aunque debía de ser bastante joven, pues incluso parece más joven que yo.

- A mi me gusta el morbo -dije como si tal cosa- es una de las cosas más divertidas de mi vida.

Noté como el corazón se me paraba durante unos segundos y mi cara se ponía completamente blanca en cuanto aquella anciana afirmó que iba a informar a nuestros superiores.
Ese era nuestro fin, tanto de nuestra formación en el instituto como nuestra relación.

Sin embargo empezó a reírse y lamentarse de que no pudiera ligar con unos chicos como nosotros.
Apreció la escasa diferencia de edad que parecía separarnos, en verdad no era mucho.
Aun así con su comentario mi cara cambió a roja.
La situación no mejoró en cuanto Alfred admitió que le gustaba el morbo.
Intenté cambiar rápidamente de tema ante su comentario.

- ¡E-eso es cierto! N-no hay demasiada diferencia d-de edad... Solo... Cuatro años... - admití.

No había cosa que deseara más que esa mujer se fuera de allí pero quería saber que no iba a irse de lengua con los susperiores...

- Nos asegura que usted... ¿N-no va a decir nada de esto a nuestros superiores? - en realidad, si el director se enterase se nos caería el pelo...

Comencé a reírme a carcajada limpia cuando el alumno dijo que le gustaba el morbo, aquel muchacho no parecía tener vergüenza alguna, eso estaba bien.
El otro chico pareció incomodarse y cambió de tema, decidí dejar de insistir en el morbo, aunque era un tema bastante interesante que probablemente intentaría tocar en otra ocasión.

- Ah bueno, cuatro años no es nada... recuerdo allá en el año 52 cuando estuve con un hombre... ¡y que hombre! pero era un yogurín, y al final... bueno, no creo que os interese.

El enfermo me preguntó si iba a decir algo a los de arriba, eso puede que fuera lo correcto... pero no para mi, si algo he aprendido es que el amor está por encima de unas cuantas estúpidas reglas.

- Hagamos un trato, si prometéis pasar una noche conmigo cada uno no diré nada~ -les guiñé un ojo y empecé a reír- Tranquilos, era broma, no diré nada. No soy quien para meterme en vuestra relación.