El hambre me consume!

Ya tarde por la noche, cuando el lugar estaba llenandose por momentos, me entró el hambre.
No me gustan las masas de gente, pero tuve que dar unos cuantos emujones por una para llegar a la mesa donde estaba el plato que había atrapado mi ojo. Galletas saladas. Comenzé a engullir como si fuesen a desaparecer de un momento para otro.
No solía tomarme tan en serio la comida, pero tenía hambre, y las galletas saladas solo eran el comienzo. Ya había designado varios platos como mios con la mirada, y si alguien los tocaba, veríamos quien podía comer más.

Aburrida, paseaba por la Laguna, sin nada que hacer ni nada que contar. De repente, una piedra se interpuso en mi camino provocando así que la pisara y cayera hacía adelante. Por fortuna para mi, justo donde debía haber aterrizado se encontraba una mesa con un mantel, a la cual me aferré. Gracias a so pude salvarme de caer, hacerme daño y encima ensuciarme el único vestido formal que tenía allí. Aun agarrada allí, alcé la vista y pude divisar unas pequeñas victimas al instante: galletas. Adoro las galletas. <> pensé mientras cogía una con la intención de comerla.

Estaba distraido vigilando otros platos, cuando vi que una mano cogia una de mis galletas. Sin pensarlo un segundo, me lanzé al rescate de esta. Intercepté la galleta y tiré de ella, pero la mano la tenía mejor cogida de lo que parecía, por lo que se partió y solo pude llevarme media, que me comí sin darme cuenta.
Como reto a mi nueva rival, que resultó ser una dama, cogí el recipiente con mis maravillosas galletas saladas y comermelas a buen ritmo.

justo cuando la galleta estaba a escasos milímetros de ser engullida por mi misma, algo secuestró parte de ella. Después de comerme rápidamente el trozo que tenía, me giré con mirada amenazadora para ahuyentar al enemigo, que se había adueñado del bol con las galletitas. Rápidamente, estiré del bol para apropiarme de él, y huí hacia el bosque, donde me escondí tras un árbol. No sé por que, pero mi instinto de comilona me decía que huiría lo que hiciera falta por esas galletitas que, además, estaban sabrosas. Empecé a comerlas mientras estaba escondida.

Otra vez, había subestimado la fuerza de mi rival. Con un tirón, la ladrona logró llevarse el bol, e inmediatamente se fugó a la espesura cercana a la fiesta. Las galletas no querían ser comidas por ella, ¡lo sabía! ¡Debía rescatarlas!
¿Cómo de dificil es encontrar a alguién escandalosamente zampando galletas detrás de un arbol? No mucho. Aprovechando mi ventaja, escalé sigilosamente el arbol, con el viento ocultando mi ruido.
Fue demasiado lenta cuando recuperé lo que me pertenecía con un conjuro suficientemente simple como para que no necesitase sello: telequinesis. El bol rápidamente ascendio hasta mis manos. Aunque se callesen unas cuantas pobres galletas, había funcionado mi plan improvisado.

Mi rival era astuto. Demasiado astuto. ¡No permitiría que robara las galletas, el destino de esas galletas era acabar en mi estomago!
Astuto, pero no tenía en cuenta una cosa. Mi especialidad es la rapidez y hechizos de viento.
Me recogí el vestido para no romperlo, me quité los zapatos y me preparé para lo que tocaba. Era un reto.
Corrí como misil hacia el árbol donde él se refugiaba. Seguidamente, invoqué un hechizo.

- Oh , Deus of ventus , succurro mihi quod erigo mihi ut meus hostium.

Instantes después, una ráfaga de viento empezó a elevarme hasta la rama donde se encontraba mi enemigo. Agarré rápidamente el cuenco de galletas, tapándolas con las telas del vestido para que no cayeran durante mi próximo movimiento. Apoyé mi pie en la branca, acercando mi cara decidida mucho a él, para decirle:

- ¡Son mías!

Acto seguido realicé un salto magistral hacia atrás, dando unos giros perfectos que cortaban el aire, hasta aterrizar, y salir corriendo de nuevo con mi presa entre mis brazos

Me logró robar las galletas, pero hacía demasiada pirueta aerea. Además de estar gastando más magia de la que debería... Se iba a cargar las galletas!!!
Tenía una clara desventaja táctica: no había ningún medio por el que pudiese perseguir a una enemiga huyendo con una mobilidad que no podía igualar. La hubiera atacado con mi conjuro más pderoso si no se me hubiese ocurrido una laternativa. Hora de cambiar de juego.
–¡Muy bien, me rindo! -dije- Trata de no hacer pedazos las galletas saladas. Anda, ven y no te las zampes todas tú, que es malo para el corazón.
Con suerte, estas palabras tuviesen el efecto esperado. O probablemente entendiese mi posición y se negase a compartir el botín.

Tenía razón. Era cruel dejar morir las galletitas por ese raro juego. Valía más compartirlas, por lo menos podría comerme alguna que aun estuviese viva. Me paré de golpe, me giré y volví hacia allí.

- De acuerdo... - dije resignada. Cogí la mitad de las galletitas que quedaban y le dí el bol con la otra mitad a él. - ¡Buen provecho! - exclamé antes de devorarlas todas de golpe.

Al principio incrédulo por la amabilidad espontánea, mirando embobado el bol. Finalmente lo cogí y con felicidad absoluta respondí
–Sí, eso!
Y de puñado en puñado me terminé el bol en cuestión de segundos. Incliné el bol para no dejarme ni las migas del fondo (rezando no convertirme en gachapin catalán por esto)